Vivimos nuestra vida reaccionando a lo que nos pasa. Decimos frases como: “Fulanito me ha hecho enfadar” o “siempre pasa lo mismo, me enfado y acabamos discutiendo” o “no hay nada que hacer, a su edad no va a cambiar”. Deseamos que el mundo cambie porque consideramos que es injusto o que está desordenado y nos desesperamos porque pasa el tiempo y todo sigue igual. Y es normal que nos desesperemos, ¡menuda tarea la de cambiar el mundo! y más aún para una sola persona.
Sin embargo, el mundo está bien, es como es y como será una vez hayamos desaparecido de él. No es el mundo al que hay que cambiar, sino que debemos reajustar nuestra mente. Son nuestras percepciones y pensamientos los que deben cambiar.
Nuestra cerebro recibe señales del exterior a través de los órganos sensoriales en forma de imágenes, sonidos, sensaciones… y nuestra mente realiza una interpretación de esta información recibida. Esa interpretación está influenciada por dos aspectos de nuestra mente:
- Aquello que hemos aprendido y que consideramos “la verdad”, nuestras creencias instaladas en nuestro subconsciente y que nos hacen actuar y ser como somos.
- La mente dual: pensamos en “contrarios” y emitimos juicios en base a ellos: ‘bueno o malo’, ‘justo o injusto’, ‘agradable o desagradable’… la mente divide la realidad en estos grupos con el fin de analizar los estímulos recibidos y así entenderlos mejor. Sin embargo, no todo es blanco o negro. Lo que es bueno en un sentido puede perjudicarnos en otra área de nuestra vida. Lo que puede ser justo para unos a su vez puede resultar injusto a otros…
De la interpretación de “la realidad” realizada por la mente surgen emociones y sentimientos que nos hacen sentir bienestar o malestar, y que a su vez nos llevan a una conducta determinada que conlleva unos resultados asociados. Esto quiere decir que lo que pienso de lo que ocurre determina mis emociones y mis reacciones y no lo ocurre en sí. Por lo que, ante una misma situación, si cambio mis pensamientos podré cambiar mis emociones y conseguiré actuar de forma distinta consiguiendo así nuevos resultados.
La gestión emocional puede realizarse a nivel físico y conductual (controlo mis sensaciones físicas y/o mis actos). Sin embargo, si quiero cambios reales debo realizar la autogestión emocional a nivel mental.
Cambiar mis pensamientos cambiará mis percepciones que a su vez cambiará mis emociones y mis conductas y que me traerá resultados deseados.
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