¿Cómo te sientes cuando alguien se dirige a ti mostrándose enfadado? ¿Mantienes tu emoción inicial o automáticamente te preparas para defenderte?

Lo natural es que te prepares para defenderte ya que tu cerebro detecta una amenaza y se predispone a superarla. Sin embargo, también  tenemos la capacidad de observar la emoción ajena sin contagiarnos de la misma. Entendiendo que esa emoción no es propia sino del otro y que puedo gestionarla de otra forma, sin necesidad de activar el enfado en mí.

La reacción instintiva de defensa proviene del sistema límbico, área de nuestro cerebro destinada a asegurar nuestra supervivencia. Por eso  enfadarnos ante el enfado del otro es una reacción instintiva y natural, pero que no siempre es necesaria y que nos puede llevar a resultados no deseados. Para contrarrestar esta reacción instintiva tenemos que activar nuestra empatía. Es decir, percibir el enfado de la otra persona como la reclamación de una necesidad y estar dispuestos a escucharlo.

 

LA EMPATÍA DESACTIVA EL ENFADO AJENO

Cuando la otra persona recibe nuestra empatía automáticamente se activa una región de su cerebro llamada ínsula. La ínsula se encuentra entre el Sistema Límbico, responsable de generar su enfado, y el Neocortex que presenta la capacidad de gestionar la emoción. Al activarse la ínsula es como si se abriese un puente entre ambas zonas cerebrales comenzando a remitir la intensidad del enfado y aumentando su capacidad de calmarse y comunicarse de manera efectiva.

Por lo tanto, nuestra empatía ayuda a la otra persona a disminuir su enfado sin que si quiera se de cuenta. Es la llave de la desactivación de la emoción ajena y funciona para niños y adultos.

¿Sabes cómo activar tu empatía? Te recomiendo nuestro artículo: Cómo activar la empatía.

 

Irene Ruiz