La motivación nos lleva a cubrir nuestras necesidades. Si necesitamos comer estaremos motivados para levantarnos e ir al frigorífico a picar algo; si necesitamos relacionarnos estaremos motivados a conocer a gente nueva o a llamar a viejos amigos, etc. En definitiva, la motivación es el motor que nos mueve hacia aquello que necesitamos.

Mientras que la motivación nos lleva a la acción, la desmotivación nos lleva a la apatía y al desinterés. Esto quiere decir que cuando estamos desmotivados con nuestras tareas o acciones, nos invaden emociones desagradables que minimizan nuestra energía y que nos dificultan concentrarnos en lo que llevamos entre manos. Por ello, cuando estamos desmotivados memorizamos peor, cometemos más fallos y nos cuesta encontrar soluciones o ser creativos. Nuestro cerebro no destina energía para esa acción que no considera importante.

Sin embargo, cuando estamos motivados, nuestro cerebro considera que el objetivo deseado es importante para nosotros y a través del neocortex divide ese objetivo en metas, se encarga de encontrar maneras de conseguirlo y segrega dopamina, que nos lleva a sentir ilusión ante el reto,  y adrenalina que nos ayuda a ponernos en marcha.

Por lo que la verdadera motivación crece de nuestras necesidades. Por lo que para motivar a otros debemos conocer sus necesidades. Maslow desarrolló una teoría en la que explica las necesidades humanas que nos motivan y nos llevan a la acción. Después de las necesidades básicas de alimento y seguridad vienen necesidades sociales y de autorrealización y reconocimiento. Por ello, una vez que sentimos que tenemos asegurada la supervivencia más básica, la motivación  más auténtica y duradera es la basada en desarrollar el bienestar y la autoestima.

 

Debemos distinguir entre compensar y motivar.

  • La compensación se basa en la conocida motivación extrínseca: hay una recompensa externa que conseguirán cuando alcancen el objetivo. Por ejemplo, en un equipo de trabajo podemos ofrece días de vacaciones o cierta compensación económica si se llega a objetivos. O en clase, a los alumnos se les puede compensar con una excursión o mayor tiempo de recreo, etc… Las compensaciones pueden ser muy eficaces pero sirven de manera puntual ya que para cada objetivo habrá que buscar una nueva compensación. El riesgo de abusar de este tipo de motivación es que puede dejar de tener efecto si la persona a la que pretendemos motivar deja de valorar las compensaciones aportadas hasta ahora y cada vez necesita más.
  • La verdadera motivación nace de una necesidad intrínseca de la persona relacionada con la sensación de bienestar, valoración y crecimiento personal. En este caso tenemos que trabajar sobre las emociones, conseguir que exista diversión y orgullo de uno mismo al conseguir el objetivo. La dosis de dopamina en estos casos es mayor que con las compensaciones, dura más en la memoria de nuestro cuerpo y nuestro cerebro se engancha a sentirse así de bien queriendo repetir con otro objetivo. Cómo podemos crear un objetivo que se alcance a través de esta experiencia:
  1. El objetivo debe suponer un reto nuevo en el que la persona sienta que debe dar lo mejor de sí mismo, superarse. Debe ser un reto pero no un imposible, de manera que el cerebro segregue adrenalina que nos motive para pasar a la acción pero sin llegar a provocar ansiedad. Es importante observar a la persona ante el reto y si entra en estado ansioso ayudarlo a encontrar las herramientas necesarias para tomar control y volver a sentirse capaz. Por el contrario, si el objetivo no supone un reto entonces aparecerá el aburrimiento y la desmotivación.
  2. La actividad debe requerir habilidades que se tienen y que se pueden aumentar. De esta manera uno se ve capaz de hacerlo y a su vez se aprecia el tener que mejorarse a sí mismo
  3. Las metas deben estar claras. De esta forma nuestro cerebro sabrá donde poner su atención y encontrará recursos que le permitan conseguirlas sin distracciones.
  4. Debemos dar feedback claro y lo antes posible. Recibir felicitaciones por nuestro buen trabajo o nuestro esfuerzo hace que nuestro cerebro segregue dopamina, una de las hormonas del pacer que aumenta nuestra motivación. Así mismo, si lo que debemos hacer es reorientar o corregir el método o el camino tomado, cuanto antes lo hagamos antes permitimos la neocortex cambiar el rumbo y no malgastar energía que en este momento se necesita alta.

Así, si diriges un equipo de personas o eres profesor y lideras a toda una clase, o bien si como madre o padre quieres motivar a tus hijos en las tareas del día a día, no olvides que poner un objetivo implica dar una responsabilidad al otro y acompañar para guiar desde tu experiencia, pero NUNCA realizar sus tareas porque vayan lentos o se equivoquen más de lo que te gustaría, así solo se consigue el efecto contrario de desmotivar ya que reciben el mensaje: No has sido capaz. Tu papel aquí es guiar, apoyar y confiar en que lo van a conseguir por ellos mismos.