• Oye, pero tú antes no pensabas así
  • Sí, ¿y qué?

Seguramente que alguna vez te han dicho algo similar. “Antes no eras así”, “Antes no pensabas así”, “Antes no actuabas así”… el cambio forma parte del proceso de vida de cada uno de nosotros. Es inevitable cambiar. Si observas la naturaleza o los objetos a tu alrededor, con el tiempo cambian. Crecen, encogen, envejecen, cambian de color o de lugar… es lo normal para todo lo que existe en este mundo. Sin embargo, a la mente humana no le gusta mucho los cambios. Nuestro cerebro está diseñado para sobrevivir y realiza patrones mentales que nos permiten entender nuestro entorno y decidir nuestras conductas en función de lo que asegurará nuestra superviviencia. Estos patrones mentales son del tipo: “esto es bueno y esto malo”, “esto es seguro y esto inseguro”, “esto es lo adecuado y esto no” etc. Además, nuestro cerebro es un gran ahorrador de energía, por eso, una vez creados estos patrones mentales los automatiza en la parte subconsciente de manera que se activan solos marcando nuestras conductas sin que tengamos que ser conscientes de ello. Por esto, una vez que se crean estas creencias es difícil eliminarlas (que no imposible). Cualquier cambio que lleve a nuestro cerebro a tener que eliminar una creencia para sustituirla por otra requiere de gasto de energía y el cerebro se resiste a ello. Le es más cómodo que todo siga igual

 

Pero nuestro cerebro, que como digo está diseñado para la superveniencia, no está diseñado para hacernos felices. Lo que implica que es capaz de mantener ciertas creencias y evitar determinados cambios aunque esto conlleve una gran sensación de desilusión, desmotivación o de estar perdido y sin rumbo. Estas emociones desagradables alteran nuestra fisiología haciéndonos sentir mal a nivel corporal. Por ejemplo, nos hacen sufrir taquicardias, problemas para dormir, malas digestiones, problemas de tensión, etc.  Por ello, muchas veces nos anclamos en lo “seguro”, “lo de siempre”, “la tradición”… para no enfrentarnos a la incertidumbre del cambio, y al tiempo comenzamos a sentirnos insatisfechos, aburridos, agobiados… y estos sentimientos se quedan contigo aunque no les hagas caso. Marcan tu actitud ante la vida aunque los niegues. Porque rechazar o negar una emoción o sentimiento no hace que desaparezca y sus efectos se mantienen y te influyen. Comienzas a sentirte mal, más cansado, más irascible, más solitario. E incluso, puedes llegar a sentir ansiedad.

El psiquiatra Viktor Frankl, en su libro “El hombre en busca del sentido”, basado en su experiencia vivida en los campos de concentración, concluye que el ser humano necesita sentir ilusión en la vida para poder superar los retos y problemas que nos trae. Más recientes son los estudios en Psiclogía Positiva que indican que es necesario saber generar emociones positivas como la ilusión, el orgullo, la esperanza… para alcanzar el equilibrio emocional que nos trae bienestar en la vida.

Cuando uno siente que necesita un cambio y se atreve a escucharse a sí mismo, entonces comienza un camino de re-encuentro consigo mismo. Un camino en el que descubre quién es, qué es lo que de verdad le importa, cuáles son sus prioridades. Recupera su rumbo y su ilusión. Vuelve a andar su camino y no el marcado por otros que no le lleva a ninguna parte más que al malestar. Y es entonces cuando cambias aquello que quieres y no te importa que lo que piensen los demás porque ahora tú sí que sabes quién eres y a dónde vas.

 

Y tú ¿Te atreves a andar tu camino y seguir tu rumbo? 😉

Irene Ruiz

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¡Gracias por estar ahí! ¡Y enhorabuena por elegir el camino del crecimiento!

 

TÚ ERES TU MEJOR RECURSO ANTE LOS RETOS DE LA VIDA. Un abrazo! 🙂