La responsabilidad tomada de manera adecuada es funcional y nos permite tomar decisiones en la vida y actuar. Pero ¿hasta dónde llega mi responsabilidad? ¿Hasta dónde puedo hacer yo? ¿En qué medida puedo ayudarte realmente?
La responsabilidad es una cualidad muy valorada en nuestra sociedad. Si nos mostramos como personas responsables y comprometidas obtenemos la aprobación de los que nos rodean. Esto hace que nos sintamos mal cuando no asumimos nuestra parte de responsabilidad. Sin embargo, muchas veces creemos que debemos asumir más responsabilidad de la que nos toca o incluso dejamos que nos hagan cargar con la responsabilidad de otros y si no la asumimos aparece la culpa o la ansiedad.
Entonces, ¿Hasta dónde soy yo responsable?
Yo soy responsable de lo que puedo controlar y de lo que yo puedo hacer. Soy responsable de mis actos y conductas, de mis decisiones, de mis pensamientos y de la gestión de mis emociones. Porque todo esto está dentro de mi capacidad de control. Es decir, puedo elegir qué hacer con ello y qué no, cómo y cuándo.
Entonces, ¿Por qué me suelo sentir responsable de situaciones que yo no controlo?
En muchas ocasiones nos sentimos responsables de situaciones que no está en nuestra mano el poder cambiarlas, como las emociones de los demás, sus conductas o su realidad. La causa puede ser variada. Puede que hayamos desarrollado un rol de “salvador” o de “solucionador” y sintamos que todo lo que pasa a nuestro al rededor debamos arreglarlo. O bien, puede que nos hayan hecho creer que somos la causa del dolor o las emociones de otro a través del chantaje emocional y que nos sintamos culpables por ello… cualquiera que sea la razón, la realidad sigue siendo que yo solo soy responsable de lo que hago y hasta ahí debo hacer.
¿Cómo puedo conseguir sentirme libre con mi responsabilidad?
Detrás de cada conducta existen unas emociones, y tras esas emociones hay unos pensamientos. Esos pensamientos son una combinación de creencias, ideas y reflexiones que se dan en nuestra mente a distintos grados de consciencia (desde creencias grabadas en nuestro subconsciente a reflexiones conscientes) y que marcan nuestra actitud en la vida y por lo tanto, nuestros resultados. Solo yo puedo poner luz en mis pensamientos y cambiarlos o conservarlos a voluntad. Por ello, solo yo puedo mantener una emoción o cambiarla si cambio mi forma de pensar. Esto quiere decir, que por mucho que otras personas cambien su conducta, me digan lo que quiero oír, o simplemente me escuchen lo que quiero decir… si yo no cambio mi discurso interior en mi mente, no cambiaré mi emoción, ni mis conductas ni mis resultados.
YO SOY EL ÚNICO QUE PUEDE CAMBIAR MI ACTITUD PORQUE VIENE DE MI MUNDO INTERIOR.
Esto mismo ocurre en cada uno de nosotros. Por lo que cada uno solo es responsable de sí mismo. No puedo culpar a nadie de mis éxitos o de mis fracasos, de mis decepciones o de mis decisiones, porque el único responsable soy yo. Yo soy el que decide mi camino. Yo soy el que decide con quién camino y cómo me tomo la vida. Depende de mí aprender de los errores, aprovechar las oportunidades, guardar rencor o encontrar la paz interior. Por eso, si actúo como siento que quiero actuar, si me respeto y respeto a los demás, si trabajo para conseguir mis logros y decido lo que hago con mi tiempo, si acepto cómo es la vida y mi papel en ella de una manera ecológica, entonces estoy siendo responsable de mí y no tengo ninguna responsabilidad sobre la acción de los demás. Me sentiré en paz por haber dado mi mejor versión al mundo, auténtica, imperfecta, pero respetuosa y fiel a quien soy.
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¡Gracias por estar ahí! ¡Y enhorabuena por elegir el camino del crecimiento!
TÚ ERES TU MEJOR RECURSO ANTE LOS RETOS DE LA VIDA. Un abrazo! 🙂
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