Vivimos en un mundo en el que todo lo que se desea, o se cree desear, debe ocurrir ya. Confundimos el deseo con la necesidad, y no ver satisfechas nuestras necesidades al instante nos genera desasosiego y ansiedad. Estas sensaciones son desagradables y buscamos eliminarlas tomando decisiones rápidas que eliminen la incertidumbre de si alguna vez pasará lo deseado y nos hagan sentir que ya lo tenemos.

Y entonces, aparece otro deseo o necesidad, que puede ser realmente nuestro o adquirido de la sociedad en la que vivimos, pero que de nuevo nos hace sentir ansiedad por conseguirlo ya.

La salida a esta situación de alerta permanente es desarrollar la paciencia. La paciencia es la clave para saber esperar las oportunidades adecuadas o dejar que se produzcan los cambios necesarios en nuestra vida. 

El saber ser paciente implica reconocer los beneficios que obtendremos si somos capaces de dejar pasar el tiempo necesario. Puede que sea simplemente esperar, o puede que sea un tiempo en el que vamos trabajando para conseguir el objetivo. Pero es importante la capacidad de visualizar la recompensa tras ese tiempo. Es tan importante la capacidad de ser paciente que es uno de los indicadores que se mide para determinar el grado de inteligencia emocional en una persona.

 

A mayor capacidad de ser paciente, mayor grado de inteligencia emocional.

 

LAS CONSECUENCIAS DE NO PRACTICAR LA PACIENCIA

  • El no saber qué desea uno realmente y el no saber esperar a que llegue la oportunidad deseada nos lleva a tomar malas decisiones que nos generan insatisfacción y sentimiento de tener que estar siempre persiguiendo una meta.
  • Nos desconecta del presente, impidiendo que disfrutemos de lo que ya tenemos y haciéndonos ciegos a determinadas oportunidades que pueden surgir en el aquí y ahora..
  • Nos provoca ansiedad al no poder convivir con la incertidumbre.
  • Nos hace estar más irascibles y miedosos.

 

¿CUÁNDO NECESITAMOS “GASTAR PACIENCIA”?

Son muchas las metas que tenemos que no se pueden conseguir solo con desearlas. Lo normal es que cada objetivo requiera de una serie de actividades que nos lleven a conseguirlo y por lo tanto, de un tiempo inevitable en el que se sucedan los hechos necesarios. Puede ser porque necesitemos aprender algo, desarrollar una habilidad (lo que requiere práctica), ahorrar, etc…

Pero no solo se necesita paciencia a la hora de conseguir las metas propuestas sino también en los procesos de cambio. Por ejemplo, si quiero perder peso iniciaré todo un proceso de cambio de hábitos (alimentación, ejercicio…) que me llevará al cambio físico deseado; o , como comentamos en el post anterior, en los procesos de duelo el cerebro debe adaptarse a un cambio importante y difícil que requiere de un tiempo y durante el cual debemos tener paciencia con nosotros mismos o con el otro (si es que somos acompañantes de la persona que está pasando el duelo); así mismo, en los procesos de cura de una enfermedad, en los procesos de adaptación a un nuevo trabajo, o una nueva ciudad, etc…

La paciencia es la acompañante de la sabiduría. San Agustín.

 

CÓMO ENTRENAR LA PACIENCIA

La paciencia hay que entrenarla. Hay que aprender a tolerar el sufrimiento que provoca la incertidumbre o la falta de control. No se nace siendo paciente. Los bebés lloran en el mismo momento que tienen hambre y poco a poco aprenden que aunque su necesidad no sea cubierta de inmediato, al poco se les dará de comer. Por lo que hay que entrenar al cerebro en el ejercicio de la espera, aunque ésta sea incómoda.

Te propongo algunas actividades sencillas para poder entrenar tu paciencia:

  • Cuando vayas al supermercado, elige la caja de la cola más larga y espera a tu turno controlando el impulso de cambiarte a la cola más rápida.
  • Deja tu móvil lejos de ti durante la comida o la cena y proponte no mirarlo hasta haber terminado con el postre o el café. Resiste el mirarlo al oír el sonido de las notificaciones que te puedan ir llegando.
  • En una conversación intenta escuchar toda la historia antes de intervenir.
  • Haz una reflexión personal (mejor si lo escribes): ¿Qué metas has conseguido que requirieron de paciencia? ¿Ha merecido la pena esperar para conseguirlas? ¿Cómo conseguiste la paciencia necesaria?

Cuando te sientas impaciente recuerda que es el mejor momento para entrenar a tu cerebro a ser paciente. Ayúdalo:

  • Respirando hondo para segregar endorfinas que te ayuden a mantener la calma.
  • Jugando con tu atención: piensa en algo que te entretenga, habla con alguien mientras esperas, lee, escribe… distrae tu atención de la impaciencia.
  • Y en estos momentos de impaciencia, escucha a tu diálogo interior y ayúdate a que sea realista. Contesta a esa voz interna que te dice lo grave que es no tener ya lo que deseas y cuéntale las veces que esperar tuvo una recompensa mejor que no esperar.

Sabio al decidir, paciente al actuar. Homero

¡Ánimo con este auto entrenamiento!  como en todo aprendizaje, aparecen resistencias, pero también, como en todo aprendizaje, el beneficio de lo aprendido es mucho mayor que el descanso de no realizar el esfuerzo.

Un abrazo,

Irene.