Conocemos menos a las emociones positivas que a las llamadas emociones negativas o desagradables. Emociones como el miedo, el enfado o la tristeza, nos ayudan a defendernos ante posibles peligros o amenazas externas. Así, el miedo nos avisa sobre el acecho de un peligro. La tristeza nos indica que la posibilidad de una pérdida. Y el enfado nos pone en guardia cuando alguien abusa de nosotros o no respeta nuestros límites. Estas emociones han servido para la supervivencia de la especie y seguramente esto hizo que la selección natural haya favorecido el desarrollo de estas emociones.

Sin embargo, también existen las llamadas emociones positivas o agradables, como la alegría, la esperanza, la serenidad… Estas emociones, así como sus funciones y cómo generarlas, son uno de los campos de estudio de la Psicología Positiva. Barbara Fredickson, profesor del Departamento de Psicología en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, trabaja en el campo de las emociones positivas. Y ha desarrollado el modelo de la ampliación y de la construcción para explicar qué función cumplen las emociones positivas y las emociones negativas.

Fredickson destaca la función adaptativa de ambos tipos de emociones. Es decir, las emociones positivas también cumplen una función evolutiva pero en este caso el efecto que tienen en nosotros es el de ampliar nuestros recursos intelectuales, físicos y sociales, y permitirnos construir reservas que nos ayudan a enfrentar amenazas posteriores. Por lo que entrenar a nuestro cerebro para sentir diversas emociones positivas y con mayor frecuencia, aumenta nuestra capacidad de enfrentarnos a los momentos difíciles de manera más resolutiva.

 

¿Para ello hay que aumentar el placer y eliminar las emociones negativas en nuestra vida?

El placer físico es resultado de un aumento de neurotransmisores cerebrales como la dopamina y la serotonina. Se puede producir por una experiencia sensorial o sexual o por rutas más complejas. Por otra parte, la ausencia de emociones negativas aporta bienestar, porque en cuanto sentimos miedo, enfado o tristeza, se reduce el placer. La amígdala y el hipotálamo son las estructuras responsables de las emociones negativas.

Enfocarnos en tareas mentales no emocionales inhibe la actividad en la amígdala y ayuda a que desaparezcan en ese momento las emociones negativas. Sin embargo, todas las emociones son naturales y necesarias, no debemos tener como objetivo eliminarlas de nuestra vida. Un cerebro sano es un cerebro que siente emociones negativas y positivas.

 

¿Cómo potenciar las emociones positivas?

Minimizar los efectos desagradables de las emociones negativas y aumentar el placer no es suficiente para alcanzar un estado completo de bienestar. Para ello es necesario que además sintamos emociones positivas que potencien nuestros recursos y fortalezas.

Para esto es necesario que las áreas ventromediales prefrontales del cerebro estén activas. La corteza ventromedial frontal crea una sensación de cohesión y de integración; sin ella el mundo se ve fragmentado y sin sentido.  El hemisferio cerebral derecho es más sensible a lo negativo, mientras que la actividad en la corteza prefrontal izquierda genera sentimientos positivos que inhiben el flujo negativo de la amígdala y por lo tanto ayuda a la gestión emocional.

Esta actividad se puede lograr a través de utilizar nuestra capacidad racional para reinterpretar y manejar nuestros problemas. Habilidad que se desarrolla al trabajar la Autogestión Emocional. ¿Te animas a aprender a crear bienestar en tu vida? 😉