Nuestra vida social influye mucho en nuestras emociones diarias por lo que saber cómo gestionar la emoción ajena es útil para nuestro bienestar y la calidad de nuestras relaciones.

 

INDISPENSABLE PARA GESTIONAR LA EMOCIÓN AJENA

Gestionar la emoción ajena siempre requiere de activar el propio auto control emocional para no reaccionar a lo que ocurre sino elegir nuestra conducta de forma consciente. El principal impedimento para poder gestionar la emoción de otra persona suele ser no ser capaz de gestionar la emoción propia. Imagina que un compañero enfadado te echa en cara una tarea que no has terminado ¿Cómo serían sus gestos y su tono de voz? ¿Qué palabras utilizaría? Dedica un minuto a ponerte en situación. ¿Qué sientes al imaginarte en esa situación? ¿Al imaginar los gestos y el tono de voz de esa persona?

Puede que sientas enfado al recibir esa crítica de forma destructiva. O bien, puede que sientas vergüenza al pensar que tiene razón y no saber qué decirle… en todo caso, si quieres gestionar el enfado de tu compañero, antes debes ser capaz de controlar tu emoción y que no te impida manejar comunicarte de forma asertiva. Si quieres recordar cómo desarrollar tu auto control, aquí te dejo un artículo en el que te conté los pasos a seguir: https://etie.es/la-puerta-al-autocontrol-y-bienestar-la-calma/

Además del auto control, es importante integrar la siguiente premisa: TODOS TENEMOS DERECHO A SENTIR EMOCIONES, LAS EMOCIONES DEL OTRO SON SUYAS NO TUYAS Y TÚ NO TIENES LA CAPACIDAD DE CAMBIARLAS PUESTO QUE NO ESTÁN EN TU CUERPO.

¿Qué te parece esta premisa? ¿La ves razonable? ¿Hay algo que te resulte raro o te produzca cierta incomodidad al leerlo? Vamos por partes.

 

Todos tenemos derecho a sentir emociones

Muchas veces nos sentimos incómodos ante las emociones de los demás. Queremos eliminar sus emociones desagradables rápido porque creemos que es lo mejor para ellos. Así, ante la expresión de una emoción solemos decir frases del tipo: Venga, no te enfades, no es para tanto; o bien, vamos, no estés triste que no sirve para nada… y así estamos negando la emoción, no la reconocemos, no le damos su espacio, queremos que desaparezca ya, en un ¡Chas!. 

Recuerda que las emociones son funciones biológicas de nuestro cerebro, no podemos elegirlas ni hacerlas desaparecer, lo único que podemos hacer es gestionarlas. Por lo que si queremos gestionar la emoción ajena debemos comenzar por aceptarla. Si es necesario corregiremos la conducta, pero nunca la emoción.

Diremos: “te veo que estás enfadado pero por favor, no me grites, si quieres hablamos después” en vez de “no te enfades o dejo de hablar contigo”. Es decir, ponemos el no delante de una conducta irrespetuosa o molesta, pero nunca delante de la emoción.

 

Las emociones del otro son suyas no tuyas y no tienes la capacidad de cambiarlas puesto que no están en tu cuerpo.

Otras veces nos ocurre que nos sentimos responsables de “crear” la emoción del otro con lo que hemos dicho o hecho. O bien, responsables de tener que hacer algo para mitigar esa emoción. En realidad, no tenemos la obligación pero sí podemos acompañar a la otra persona en su emoción, aunque no podemos hacer que deje de sentirla, ya que para eso tendríamos que poder entrar en su cabeza.

 

Por lo tanto, cuando percibas la emoción de otra persona recuerda: Es su emoción, tiene derecho a ella.

 

ACOMPAÑAR A LA EMOCIÓN AJENA: ejercicio

Para aprender a acompañar a los demás en sus emociones te invito a que realices esta pequeña actividad. Si quieres puedes contestar por escrito, ya que la palabra hablada o escrita refuerza el apredizaje 😉

  • Recuerda una situación en la que te enfadaste. Cierra los ojos y conecta con esa situación y esa emoción. Contesta a estas preguntas:

– ¿Querías que la otra persona te abrazase?

-¿Querías que esa persona te dijese cómo actuar, qué sentir y qué pensar?

-¿Querías que esa persona te escuchase?

-¿Querías que esa persona entendiese tus necesidades?

-¿Querías que la otra persona te hiciese reír?

-¿Querías que la otra persona te ayudase a buscar soluciones?

 

Ahora responde esas mismas preguntas recordando una situación en la que estuvieses preocupad@ o asustad@? Recuerda, cierra los ojos y conecta con esa emoción para poder responder a las preguntas.

 

A continuación, conecta con la tristeza. Y responde a estas mismas preguntas.

 

¿Lo tienes? Observa las diferencias y las coincidencias. ¿Todas tus emociones necesitan lo mismo? Puedes hacer una lista o esquema de aquellas necesidades que sientes con cada emoción.

 

Por último, reflexiona (por escrito mejor), cuando se enfada una persona de tu entorno ¿actúas según las necesidades que has detectado para cada emoción? ¿o alguna de tu conducta sería rechazada por ti?

 

Con este ejercicio has podido darte cuenta de que cada emoción tiene sus propias necesidades. Y además, has podido despertar tu conciencia sobre cuáles son estas necesidades para cada emoción básica.

 

GESTIÓN DE LA EMOCIÓN AJENA

Por lo tanto, para gestionar la emoción ajena:

  1. Aceptamos el derecho a la emoción de cada persona.
  2. Gestionamos la emoción propia.
  3. Empatizamos. Detectamos la emoción que está sintiendo esa otra persona. Para esto, cuando percibas una emoción en otra persona míral@ como si fuese un espejo en el que te reflejas tu mism@ en cualquier momento pasado de tu vida. Si esa persona siente bloqueo, miedo, ira, ilusión… mira a esa persona como un espejo de ti en aquel momento en el que te sentiste así. Recuerda una situación pasada en la que sentiste ese mismo sentimiento y así podrás entender su emoción.
  4. Actuamos respetando y cubriendo las necesidades de cada emoción: el enfado pide respeto y tiempo, no es el momento de un abrazo ni de unas risas, es el momento de escuchar, de dejar hablar, o de respetar el tiempo de silencio que necesite la otra persona. Una vez se calme, entonces podremos negociar, conversar, buscar soluciones. El miedo pide seguridad, apoyo, confianza. Esta emoción sí que agradece la cercanía y las muestras de afecto como un abrazo. No es momento de aconsejar, pero sí de ayudar a esa persona a confiar en sí mism@ para encontrar soluciones. La tristeza pide respeto y tiempo, a la vez que, apoyo y cariño. No hay que forzar la alegría constante, sino permitir que aparezcan, de forma natural, pequeños momentos de alegría entre otros momentos de reflexión. Sobre todo, esta emoción valora la compañía tranquila y sincera así como las muestras de afecto.

 

Saber acompañar en la emoción a otra persona es una habilidad social que aporta calidad a tus relaciones. Por lo que merece la pena desarrollarla.

Un abrazo!

Irene.

 

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