Las emociones, por su carácter adaptativo al medio, vienen acompañadas de un impulso y una reacción. De niños, lo normal es que nos dejemos llevar por ese impulso ya que nuestro lóbulo frontal del cerebro, que nos permite gestionar las emociones, no está completamente desarrollado hasta los 12-14 años. Sin embargo, a lo largo de nuestro crecimiento, vamos adquiriendo la capacidad del autocontrol y no dejarnos llevar por los impulsos de las emociones.

 

GESTIONAR LAS EMOCIONES IMPLICA AUTOCONTROL DE TUS IMPULSOS

Pero que nuestro cerebro desarrolle la capacidad de gestionar las emociones no quiere decir que sepamos utilizar esa capacidad de forma adecuada si no aprendemos a hacerlo . Si de niños tuvimos la suerte de crecer en un entorno favorable para nuestro desarrollo, aprendimos que controlar los impulsos es importante para actuar y tomar decisiones de una forma razonable y constructiva. A esta capacidad de controlar los impulsos de mis emociones y decidir mis conductas la llamamos: Autocontrol.

Sin autocontrol es común el sentimiento de ser víctima de tus emociones. Hablas y actúas en formas de las que te puedes arrepentir. Y te pueden traer resultados no deseados. Tanto a nivel personal, como social y profesional. Por eso, es uno de los pasos principales para ser capaz de gestionar tus emociones.

Si la gestión emocional tiene como fin dar una salida sana a tus emociones y actuar de manera constructiva para ti y tu entorno, el autocontrol es la habilidad que te permite llegar a elegir esa salida sana y conducta constructiva. Por ello, a la hora de desarrollar habilidades de auto gestión emocional debes comenzar por desarrollar el auto control de impulsos.

Sé que estarás pensando que es muy difícil controlar impulsos, incluso puede que te cuestiones si es posible.

La respuesta es que sí es posible y además, ya lo has hecho antes en tu vida…

Me encanta poner este ejemplo porque es real y aclara mucho esta idea: ya conseguiste frenar un impulso fisiológico cuando aprendiste de niño a no hacerte pipí encima. ¿Es así? Sí, al principio, no solo no retenías el pipí sino que ni te dabas cuenta de que tenías ganas. Entonces empezaste un proceso de aprendizaje, en el que fallaste muchas veces antes de controlarlo perfectamente. Y en este proceso de aprendizaje, fuiste capaz de darte cuenta de ese impulso, frenarlo, aceptar que te hacías pipí y decidir darle una salida correcta en el lugar y momento adecuado.

Pues bien, frenar el impulso de una emoción para elegir la mejor conducta y tomar decisiones más favorables se consigue con un proceso de aprendizaje similar. Así que, la buena noticia es que, aunque no sea fácil… ¡puedes conseguirlo!

 

CÓMO DESARROLLAR EL AUTOCONTROL

El autocontrol se puede desarrollar en cualquier etapa de nuestra vida. Si de niño ya lo aprendiste tendrás la gran suerte de haber contado con esta habilidad a lo largo de tu vida y habrás vivido una vida emocional más equilibrada y de mayor bienestar. Pero si no lo aprendiste de niño aún puedes hacerlo de adulto.

 

 

PRIMER PASO: SABER LO QUE SIENTES EN EL MOMENTO QUE LO SIENTES

El primer paso para desarrollar el autocontrol consiste en ser consciente de qué emoción sientes en cada momento. Es decir, saber poner tu atención en tu cuerpo para detectar tu emoción a través de tus sensaciones fisiológicas. Ya que, como he dicho otras veces: no se puede gestionar lo que no se conoce, se reprime o se niega.

A través de focalizarte en tu cuerpo serás consciente de ese impulso que acompaña a tu emoción y que se materializa en tu cuerpo en modo de ganas de gritar, de pelear, de llorar, de correr… ese impulso que debes frenar y decidir cómo darle salida.

Es importante que distingamos entre: reprimir la emoción y frenar el impulso. En este caso no hablamos de reprimir la emoción. Esto es perjudicial para uno. La emoción la reconoces y la aceptas. Sin embargo, en vez de dejarla actuar por sí sola, vas a frenar su impulso natural para integrar emoción con razón (gestión emocional) y decidir cuál es la mejor manera de actuar. Es decir, vives la emoción de manera constructiva y ecológica.

 

frenar el impulso de una emoción no es reprimir la emoción.

 

El desarrollo del autocontrol  es necesario en una cultura como la nuestra en la que convivimos en sociedad con otras personas. Presentar carencias en el autocontrol emocional te puede llevar a problemas sociales al no ser capaz de escuchar al otro, mantener la atención en determinados momentos, negociar y buscar soluciones conjuntas, respetar los derechos ajenos,  etc.

 

 

SEGUNDO PASO: CONTROLAR MI ATENCIÓN

Si te fijas, una de las palabras más utilizadas en este artículo es la palabra atención. Y es que, como hemos visto hasta ahora, para desarrollar el autocontrol emocional es necesario trabajar la atención.

Si pones toda tu atención fuera de ti, en la persona que te enfada o en lo que te preocupa, y no pones nada de atención en lo que sientes, en lo que estás pensando o diciendo, o en las consecuencias que pueda tener tu reacción, entonces no podrás tomar el control. Por ello, el desarrollo del auto control pasa por trabajar la capacidad de elegir dónde poner mi atención.

Un ejercicio sencillo pero que es muy útil para el auto control es practicar la respiración profunda y lenta mientras realizas tus tareas. Por ejemplo, mientras haces la cena, mientras te duchas, o mientras caminas hacia el trabajo… Así, practicas con poner la atención dentro de ti, en tu respiración, a la vez que pones atención fuera de ti, en la tarea que realizas.

 

 

TERCER PASO: CONTROLAR LA INTENSIDAD DE LAS EMOCIONES 

El tercer paso para desarrollar el autocontrol consiste en ser capaz de controlar la intensidad de tus emociones. Cuando te encuentras ante un estímulo estresante, que te enfada o te preocupa, aparece una emoción que puede ir aumentando de intensidad hasta hacerte salir de tu estado de calma inicial. Para controlar la intensidad de la emoción y que no sea excesivamente alta, tenemos que dar espacio entre la emoción y la conducta.

Tienes que ganar unos segundos o minutos entre que sientes tu enfado o preocupación, y actúas. Así, en este tiempo que ganas, te permites activar tu autocontrol y tener la opción de elegir tus conductas.

Este tiempo entre emoción y conducta se puede ganar:

  • alejándote del estímulo que te estresa.
  • O bien, tomándote unos segundos para respirar profundo de manera consciente tal y como has aprendido en el paso 2. La respiración profunda te ayuda a crear el espacio en el que llamar a la calma y poder centrarte en tu cuerpo mientras respiras, así cambias el foco de atención de fuera de ti a dentro de ti, lo que te facilita el autocontrol.

La calma es ese estado en el que mi cerebro no se colapsa por las hormonas emocionales y mi razón puede convivir con mi emoción encontrando la conducta más adecuada en cada momento. La respiración es la manera universal y más rápida con la que podemos calmarnos, pero existen otras formas de conseguir calma: hacer ejercicio, pintar, escribir…

 

Y tú, ¿Cómo haces para mantener la calma y el auto control?

 

Espero que este artículo te ayude a ser más consciente de la importancia de retener tus impulsos y responsabilizarte de tus conductas. Y que te motive a pasar a la acción y comenzar el aprendizaje que te llevará al bienestar que te trae la auto gestión emocional. Porque, sinceramente, la vida está para disfrutarla todo lo que puedas y ¡que no sean tus emociones las que te lo impidan!

 

Un abrazo,

Irene Ruiz.

 

Te ayudo a que consigas el bienestar emocional que deseas, si quieres más información, escríbeme a info@etie.es